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Tomarse la palabra, compartir la voz

Hace cuatro años fundamos la asociación La Casa del Pensament, con uno de los inciadores del proyecto Espai en blanc. de Barcelona, Wenceslao Galán. Esta iniciativa surgió de la necesidad de dos docentes y dos alumnos de filosofía de cuestionar los límites de la filosofía académica. Fue una experiencia reveladora de la posibilidad real de sacar el pensamiento fuera de la institución universitaria, de entrar en diálogo con otras disciplinas de modo desinteresado y de ver cómo la apertura hacia el espacio público daba lugar a nuevas preguntas y a nuevas respuestas, siempre desde el presupuesto de relevancia social de la filosofía.


En 2018, de una inquietud similar, se consolidó Artencurs como Proyecto de Innovación Docente de la Universidad Autónoma. Centrado en la estética aplicada y la investigación artística, Artencurs dió respuesta a una carencia similar vivida por los alumnos de filosofía: como trascender las aulas y llevar la filosofía a ámbitos artísticos, políticos, poéticos de la sociedad, como reivindicar la presencia de los filósofos en una esfera de transferencia popular sin perder el rigor. Es decir, ambas propuestas pretenden explorar una misma agitación: ¿Cuál es el papel del filósofo profesional en la sociedad?


Ayer, ambos proyectos convergieron en un acto de resonancias, en una celebración del último ensayo de Wenceslao Galán, Tomarse la palabra, en el que miembros de Artencurs dialogaron con un magnífico trío de jazz, con Marc Gibert al saxo, Pep Casado a la guitarra, y el maravilloso Àlvar Taborda al contrabajo. Nunca imaginé que este acto pudiera conducir a tal sinergia e interacción. Durante la velada, a la manera de un salón renacentista, las voces poéticas, artísticas e instrumentales fluyeron de un modo que el mismo Adorno hubiera pensado imposible. Los estándares y la improvisación musical actuaban como respuesta que se modulaba según el color de las intervenciones de los asistentes. Mientras algunos pensaban en imágenes a través de su objetivo, Wenceslao Galán leía a fragmentos de Tomarse la palabra, otros optaban por Jean Luc Nancy, Agamben o por versos propios, que los músicos contestaban con Stompin' at the Savoy. Generar estos encuentros, abrirnos al evento, exponernos y ponernos en riesgo, en suspenso al alzar la voz, es precisamente el modo de subjetivación que trata de desentramar Tomarse la palabra. Por la generosidad, por la política poética, por una cultura más allá del museo y una filosofía más allá de la academia.




Comparto a continuación mi pequeña lectura para la reunión, un pequeño fragmento que había traducido del manifiesto de Group Material, colectivo artístico formado en los setenta por los artistas neoyorkinos Julie Ault, Tim Rollins y Mundy McLoughlin, entre otros, sobre su proyecto On Democracy, en la Art Foundation Dia, en 1990:


Group Material

On Democracy// 1990


Participar en el sistema no significa que debamos identificarnos con él, dejar de criticarlo, o dejar de mejorar pequeños trozos del entorno donde operamos. - Juez Bruce Wright, Justícia de la corte suprema de Nueva York


Idealmente, la democracia es un sistema donde el poder político reside en la gente: todos los ciudadanos participan activamente en el proceso de autorepresentación y autogobierno, una discusión continua en la cual la multitud de voces diversas converge.


Pero en 1987, después de dos trimestres de la presidencia de Reagan y con otro año de elecciones cercano, estaba claro que el estado de la democracia americana no era ideal en absoluto. El acceso al poder político estaba obstruido en modos complejos, la participación política había degenerado en una implicación pasiva y simbólica, y la política ‘oficial’ del momento impedía la diversidad de puntos de vista. Cuando la Fundación de Arte Dia nos contactó con la idea de hacer un proyecto, nos pareció inmediatamente aparente que la democracia debía ser el tema.


La democracia como sujeto no solo devino nuestro contenido sino que influenció nuestro método de trabajo, provocando una gran autoconciencia de nuestro propio proceso. Una de las primeras preguntas fue ‘¿Por qué nos lo piden a nosotros?’ Para nosotros, la Fundación Dia significaba ‘exclusivo, blanco, esotérico, masculino’, mientras que nosotros siempre habíamos intentado redefinir la cultura a través de un conjunto de términos opuestos ‘inclusivo, multicultural, no sexista, socialmente relevante’. En general, nos vemos como el familiar descarado y distante que en la reunión familiar seguro que saca el tema del que nadie quiere hablar. Y el tema del cual nadie quiere hablar en el mundo del arte suele ser la política.


Pero como toda relación social o cultural es política, entendemos que el vínculo entre política y cultura es esencial. La ‘política’ no puede limitarse a esos escenarios estipulados por los políticos profesionales. Para nuestra metodología es fundamental cuestionar cada aspecto de nuestra situación cultural desde un punto de vista político: ‘qué política conforma nuestra concepción del arte y la cultura? ¿A qué intereses sirven estas convenciones culturales? ¿Cómo se hace la cultura y para quién se hace?’ Al conceptualizar este proyecto, propusimos una estructura que difería de las exposiciones de arte convencionales y conferencias que Dia había patrocinado previamente. Identificamos cuatro áreas significativas de la crisis de la democracia: educación, política electoral, participación cultural y SIDA.


Para cada tema, organizamos de manera colaborativa una mesa redonda, una exposición y una asamblea municipal. En cada mesa redonda invitamos a oradores de diversas profesiones y perspectivas para participar en una conversación informal.

Cada una de las cuatro exposiciones que instalamos en el 77 de Wooster Street reiteró la interrelación de los problemas y la necesidad de un proceso colaborativo. Nuestro método de trabajo se puede describir como dolorosamente democrático: ya que gran parte del proceso depende de la revisión, selección y yuxtaposición crítica de innumerables objetos culturales, adherirse a un proceso creativo es extremadamente costoso, lento y difícil. Sin embargo, el aprendizaje y las ideas compartidas producen resultados inaccesibles para aquellos que trabajan solos.


Nuestros proyectos se conciben como fórums en los cuales múltiples puntos de vista son representados en una variedad de estilos y métodos. Creemos que nos debemos centrar en una táctica de inclusión para no reproducir las estructuras represivas. Cada exposición es un modelo de democracia, reflejando las formas de representación que estructuran nuestro concepto de cultura. […] no nos interesa hacer evaluaciones definitivas o sentencias, sino en crear situaciones que ofrezcan nuestro tema como un caso complejo y abierto que incite a la participación.

Àger Perez Casanovas

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